Se ha idealizado tanto que casi se ha convertido en un estado onírico, intangible, sobrevalorado. Pero ahí está la trampa, hay que vivirlo, si no lo hacemos estamos incompletos, imposibilitados para avanzar, para poder ocupar la próxima casilla, la que nos va a dirigir hacia un lugar que nosotros mismos tenemos que construir, día a día, con nuestras acciones, con nuestros éxitos y fracasos, sin olvidar que debemos vivir de la forma más verdadera posible, respetando lo que somos y a los que nos han impulsado hasta aquí.
El amor no tiene límites aunque tampoco tiene que limitar. El amor no entiende de reglas, aunque nos empeñamos en hacerlo cautivo de ella.
Así lo siento y así lo comunico, porque la verdad no es triste ni amarga, no es cruda ni castigadora, simplemente no tiene remedio. Solo le pido a la vida que con el tiempo pueda reconocerme sin ruborizarme, vivir de la forma más auténtica posible, porque en cada gesto, en cada lugar, hay una razón escondida y no quiero que me pille por sorpresa.
Os regalo estas palabras porque no me disfrazo para ir por la vida, porque son fruto de una reflexión que considero necesaria para estar aquí, porque intento ir de frente aunque me caiga, me tropiece o me tumben, porque pensar en voz alta, que es lo que estoy haciendo ahora, es tan necesario como respirar, sobre todo cuando lo que nos rodea es asfixiante, aparente y sin sentido.
Nuestro universo somos nosotros mismos, aunque nos provoque vértigo, creo que no debemos olvidarlo jamás.
Tan cerca y tan lejos a la vez.
ResponderEliminarY sobre todo saber lo que tenemos entre manos.
Eliminar