Hoy, 15 de junio de 2017, hace 38 años que mi hermano murió. Yo tenía 13 años y repetía 8º de E.G.B. Si esto no hubiera sucedido, no sería la persona que soy hoy.
“No hay mal que por bien no venga” se convierte en un refrán mezquino y trivial, superfluo y sin alma.
Culparme de todo lo que, de forma inadecuada, generó aquella coyuntura, solo hace alimentar mi ego para darle vida a la culpa, que nos aniquila y nos ciega, que nos enmudece y nos anula. Si no somos capaces de sacar a flote el entendimiento de esa dicotomía, tan pueril y madura a la vez, estamos a mitad de camino entre lo vivido y lo deseado, entre el bienestar y la felicidad, entre lo real y lo soñado.
Sigo en el arduo intento de conseguir abarcarla, sin medida pero con suavidad, para que, poco a poco, sea interiorizada y forme parte de mi, sin ambages.
Doy gracias a la vida y al universo por permitirme seguir adelante.
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