Hace
unos años, cuando desarrollaba otro trabajo, en el cuál pasé unos
de los mejores momentos de mi vida, entré en el despacho de una
compañera y vi pegado en la pared un cartel que ponía “LAURA”,
parecía la portada de un libro, impresa a color y a tamaño A3,
quedé intrigada, dándole vueltas en la cabeza a lo que había
visto, pero tras un tiempo la inquietud se disipó.
A
los pocos días volví a ese despacho y le pregunte a mi compañera:
“Virginia por qué tienes ese cartel colgado ahí, qué es
exactamente”. Ella me respondió que era un libro que había
escrito su marido, sin más explicaciones.
Pasaron
semanas, entré en una librería y cual no fue mi sorpresa cuando en
una estantería, rodeado de muchos más libros, vi la misma imagen
que había visto en el cartel en la pared del despacho de mi
compañera. La intriga se apoderó de mí nuevamente, cogí el libro
entre mis manos y lo abrí.
Era
una novela, efectivamente titulada “LAURA”, de un autor
desconocido para mí, aun así compré el libro y me fui. Cuando
llegue a casa empecé a ojearlo, me paré en la dedicatoria que
decía: “A Virginia desnuda”.
De
momento una serie de posibles situaciones se me agolparon en la
mente, de las más variopintas, sobre mi compañera y su vida, sus
emociones, sus relaciones. No tenía mucha unión con ella en el
trabajo pero nuestra relación era cordial. Saqué mi conclusión
sobre la dedicatoria y la vida sentimental de mi compañera y lo dejé
pasar, tanto es así que olvidé aquella situación anecdótica.
Años
después, haciendo un curso de formación, coincidí con ella. Fue un
curso largo, de esos que se desarrollan durante meses, en los que te
ves con el mismo grupo de personas todas las semanas y entablas una
cierta relación de confianza. Lógicamente el asunto de la
dedicatoria volvió a aparecer en mis pensamientos, diciéndome que
así tendría más ocasiones de charla con ella y poder encontrar el
momento de comentarle que había comprado el libro que su marido
había escrito. La cuestión es que pasaban los días y el momento
apropiado no aparecía.
El
curso era de idiomas y era muy dado a trabajos en pareja,
conversaciones sobre un tema concreto y realización de narraciones.
Solíamos hacerlo sobre temas que dominábamos para que así fuera
más fácil su elaboración y estuviéramos más relajados.
Un
día le tocó el turno a mi compañera, había elaborado una
narración corta pero expresada con gran claridad, lo que denotaba el
gran conocimiento que tenía sobre el asunto; con fuerza pero sin
histrionismo, lo que nos hacía ver que tenía una gran seguridad
sobre ese tema; emocionada pero con una alegría en su mirada fuera
de lo normal. Y nos habló del cáncer, del que ella había pasado y
la había dejado sin los atributos femeninos más característicos,
del tiempo que vivió ella y su pareja y como superaron juntos esa
situación.
Fue
muy emocionante, y sobre todo la dedicatoria que decía: “A
Virginia desnuda” cobró forma y significado.
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