Una
película pequeña por su presupuesto y grande por todo lo demás.
George
Clooney escribió, dirigió, produjo e interpretó esta película,
basada en la obra de teatro "Farragut North" del dramaturgo
Beau Willimon (2008), no te deja indiferente porque tiene una
estructura perfecta, casi teatral y más capas de las que aparenta.
La
música que le da inicio es el tema "The Champaign" (La
Campaña) de Alexander Desplat, un ritmo de marcha militar que
empieza a ponernos en situación. En los diez primeros minutos se
hace un esquema de la película, se presentan los personajes,
perfectamente delimitados, se comunica sus intenciones, el espectador
puede conocer perfectamente la base en la que se va a asentar la
película, todo está listo para empezar y no se ha explicado nada,
solo se ha mostrado, característica que se verá durante toda la
película y que le da un valor añadido.
Desde
este preciso instante empieza la trama, se presentan los personajes
que darán vida a esa trama (Thomson), así como se resalta lo
necesario para llevarla a cabo (móviles). A partir de aquí el
espectáculo está servido, se empieza a dar a conocer las
estrategias políticas más sucias con la ética más “digna”
posible, como hacer desaparecer lo que no beneficia aún siendo
positivo o resaltar lo supuestamente cierto con el único objetivo de
dañar, comprometer, enturbiar y acorralar. Bienvenidos al mundo de
lo real en política.
Todo
esto se compensa con las relaciones humanas, las que sirven de
válvula de escape a tanto ego contenido ante un proceso que, aun
siendo apasionante, no deja de ser un camino con un final incierto,
en el que se desequilibre la balanza hacia el lado más “fuerte”.
Las
estrategias políticas al más alto nivel están perfectamente
mostrada, que no contadas, nuevamente, con gestos, silencios,
movimientos de cámara y miradas, sencillo y difícil a la vez, pero
lo consigue, Clooney sabe lo que hace y lo hace con maestría.
Antes
de llegar al punto de inflexión de la película, el careno que le
dará pie, entre los personajes y que nos augura lo que está por
llegar en la escena final, porque no olvidemos que este drama
político nos habla, entre otras cosas, de un juego de poder y de
relaciones.
Y
ahora el maravilloso punto de inflexión que sucede de forma
totalmente inesperada, en un momento de debilidad, provocado por un
egocentrismo bárbaro, que aparece cuando no podemos satisfacer
nuestros instintos por nosotros mismos y hace que nos volvamos seres
impacientes y pretendamos ser los poseedores de la verdad universal.
El curso de la película cambia y nada volverá a ser como antes.
Además está hecho de forma sutil, apelando a las cualidades
personales más básicas, primarias y peligrosas, sobre todo si no
son detectadas, comprendidas y salvadas: la vanidad y la ambición,
de poder, claro. Porque esta película habla de lealtad y de
traición, por si alguien no lo ha captado ya por el propio título.
Ahora
en la película todo fluirá, con frases contundentes, insertadas en
un guión maravilloso, como por ejemplo:
“La
capacidad de ganarse el respeto haciendo que confundan el miedo que
sienten con amor.”
“La
venganza hace a la gente impredecible.”
La
intimidad que se genera en algunas conversaciones es estremecedora,
en el avión, tras la bandera, en el gimnasio, la conversación en el
coche entre el candidato y su esposa, hipnótica.
No
me importa repetirme porque Clooney aborda esta película, en todas
sus facetas, con auténtica maestría. El que sea demócrata
declarado y le apasione la política hace de su labor actoral un
verdadero deleite. El resto del reparto, brillante, Philip Seymour
Hoffman, Marisa Tomei o Ryan Gosling, chapó.
La
película es visualmente bellísima, representando sentimientos o
circunstancias de forma fotográfica, como por ejemplo la tristeza
con lágrimas perdiéndose en la lluvia o la soledad con fotogramas
similares a un cuadro de Edward Hopper.
El
final de la película quiere recordar a Shakespeare, no se si sería
la intención de Clooney, pero la escena final es la guinda del
pastel, y que guinda, un duelo dialéctico que se desequilibra por
una duda razonable en el que los dos “mueren” y los dos “ganan”.
Finalmente
una reflexión:
“Lealtad
no tolera la traición, pero siempre será generosa con sus errores.”
Paulo
Cohelo.
Aunque
nadie es dueño de la lealtad, solo la aplicamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario