La
realidad no existe, es el resultado de lo que ven los ojos, y lo que se
ve depende de la posición emocional de la persona. Este proceso es
aplicable a todos los seres humanos, situaciones y estados emocionales,
por ello hay que conseguir el mayor grado de conciencia posible para
integrar, conseguir objetividad y acertar.
Imaginemos
por un momento que nos ponemos delante de nuestros ojos, muy cerca, un
objeto , cualquiera, una jarra de agua por ejemplo. El objeto está tan
cerca que nos es imposible apreciar qué forma tiene, cómo es su parte
superior, sí tiene asa, si no la tiene, incluso nos es difícil saber si
es una jarra.
La
posición que mantenemos en relación al objeto , la jarra, nos
imposibilita saber de qué objeto estamos hablando. Al no poder verlo en
su totalidad nos impide relacionarnos con ese objeto de forma correcta,
nos impide realizar un análisis de lo que vemos porque es una visión
incompleta, en resumidas cuentas estamos teniendo una apreciación
sesgada del objeto en cuestión, estamos tan cerca que tenemos una visión
distorsionada y desenfocada de la jarra.
La
solución es fácil, alejémonos del objeto que queremos observar, veamos
cómo es en su totalidad, tomemos distancia para poder intentar hacer una
valoración de la jarra lo más completa posible.
Al
alejarnos tenemos una visión más objetiva, podemos relacionarnos con el
objeto de forma más natural, lo puedes coger, lo puedes observar desde
distintas perspectivas, incluso si me apuras lo puedes hasta utilizar
para ver cuánto da de sí o qué otras funciones tiene, y así empezar a
relacionarnos con el objeto de forma natural y con sentido.
Haciendo
esto de forma natural, con sentido, en una palabra, integrándolo, nos
vamos dando cuenta que esta distancia que hemos tomado nos ha dado
objetividad y esa objetividad nos hace tener una actitud más asertiva en
relación al objeto, que es la jarra, es decir lo que hablemos,
comentemos o analicemos en relación al objeto van a ser comentarios
mucho más acertados y vamos a poder obtener la mayor utilidad posible.
Y
si todo este imaginario nos lo llevamos al plano de las emociones, de
las relaciones, donde están implicados sentimientos tan fuerte como los
generados entre una madre y una hija por ejemplo. Ahora ya no es un
objeto sino personas, ahora ya no son formas sino emociones, ahora no
podemos permitirnos el lujo de estar desenfocados sino afinados y
certeros, midiendo la distancia para conseguir la objetividad adecuada y
precisa sin dejar un ápice de certeza al azar.
Cuando todo esto se íntegra, se pone en práctica, nos
vamos sorprendiendo de lo que somos capaces de hacer, la magia surge y
todo empieza a fluir y curiosamente te vas motivando y animando y
dándote cuenta de que ser madre es algo más qué reproducir patrones ,
que cumplir expectativas o llevar a cabo las no cumplidas.
Es
un camino largo y duro y complicado, quién dijo que vivir era fácil,
fácil es no nacer como tantas personas se han quedado en el camino sin
llegar a este mundo, fácil es alienarse y andar como borregos en una
sociedad que nos dirige y nos controla, fácil es obedecer a normas sin
sentido con la etiqueta de ideologías y religiones que nos impide
desarrollar nuestra agresividad tan necesaria como nuestro pacifismo.
Vivir es un derecho y hacerlo de forma plena debería de ser una obligación.
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